En la periferia de La Habana, entre el verde de la vegetación y los largos pasillos de granito pulido de la Escuela Militar Camilo Cienfuegos de Boyeros, la tradición renace cada año en un torbellino de emociones y sueños. No hablamos de maniobras militares ni de rigurosos entrenamientos, sino de un rito de paso, de un hito en la vida de 34 jóvenes que cumplen 15 años.
Los «Camilitos», como popularmente se les conoce, transformaron su entorno en un escenario de cuento de hadas. Hoy, la disciplina cede paso a la alegría.
Esta no es una fiesta cualquiera. Es una celebración colectiva que entrelaza la juventud, el respeto, la tradición y el orgullo de pertenecer a una institución que forja el futuro de Cuba. Los cadetes, con su gallardía y caballerosidad, se convierten en los compañeros de baile, los protectores y los amigos de estas jóvenes que se asoman a la vida adulta.
Al ritmo de vals o se temas cubanos, la fiesta recogió el espíritu de cubanía, que encuentra la felicidad en la sencillez, que valora la amistad y la familia, y que se levanta con optimismo ante cualquier adversidad.
Por: Richard Ruiz Julién
