Cuba frente a los huracanes: geografía y desafío constante
La geografía cubana, está marcada por una larga y sinuosa línea costera del Caribe, los huracanes no son una amenaza esporádica, sino un recordatorio anual de la fuerza indómita de la naturaleza. Frente a esta realidad, la sociedad cubana ha forjado, no por discurso, sino por necesidad y convicción, un escudo humano infranqueable: la solidaridad. Esta cualidad, puesta a prueba en cada temporada ciclónica, desde los históricos embates de fenómenos como el Flora, Alberto, más recientemente Rafael, hasta Melissa, se erige la solidaridad como pilar fundamental de la resiliencia nacional.

La experiencia cubana en la gestión de desastres es reconocida mundialmente. Tras el paso devastador de ciclones como el Flora en 1963 o más recientemente el Ike en 2008, la isla ha perfeccionado un sistema de Defensa Civil que es, en esencia, la materialización organizada de la solidaridad. Este mecanismo no funcionaría sin la participación masiva y disciplinada de la comunidad. Los preparativos ante un ciclón son un ballet coreografiado de ayuda mutua: los vecinos ayudan a colocar protectores en las ventanas de los ancianos, se organizan para resguardar bienes en viviendas más seguras, y se aseguran de que todos, especialmente los más vulnerables, conozcan la ruta hacia el albergue más cercano.
La solidaridad como escudo humano
En los centros de evacuación, escuelas y edificios públicos transformados en refugios temporales, la solidaridad se vuelve tangible. No es solo un techo seguro, sino un espacio donde se comparte la escasa comida que se pudo llevar, donde se cuida a los niños ajenos, donde se ofrece una palabra de aliento. La frase «esto es entre todos», tan arraigada en el imaginario cubano, cobra aquí su máximo significado. La gente no acude pensando en lo que perderá, sino en lo que puede hacer para que su comunidad no lo pierda todo.
Con la llegada de fenómenos más recientes e intensos, exacerbados por el cambio climático, este modelo se ha puesto a prueba nuevamente. El huracán Melissa, con sus lluvias torrenciales y sus vientos, puso en alerta nuevamente a la población. Aunque su impacto pudo ser menor en comparación con otros, el protocolo se activó de inmediato. La solidaridad, en estos casos, también se moderniza y adapta. Las redes sociales, a pesar de las limitaciones de conectividad, se convierten en una herramienta vital para compartir información verificada, alertar sobre calles inundadas, coordinar la llegada de ayuda o simplemente para localizar a familiares en zonas afectadas. Es la misma esencia de comunidad, pero amplificada por la tecnología.
Conclusión: solidaridad como estrategia de supervivencia
Tras el paso de la tormenta, la solidaridad se transforma en la fuerza de la recuperación. El trabajo comunitario junto a las fuerzas y apoyo gubernamentales, serán la clave para lograr restablecer servicios básicos y reconstruir el entorno inmediato.
En Cuba, la solidaridad no es una opción, es una estrategia de supervivencia; y la fortaleza más poderosa que no reside en el concreto, sino en la conciencia de un pueblo unido ante la adversidad.
Por: Gabriela Labrada
