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Papel en blanco donde se escribe con trazo firme

En la amplia terraza del Hotel Nacional donde puede disfrutarse una de las vistas más bellas quizás de este planeta, estuve unos días conversando con poetas que conozco, aprecio y leo desde hace muchos años. En esas conversaciones en las que nunca faltó el café, casi siempre participó una muchacha. Compartía con nosotros por ser la esposa de Osmany Echevarría Velázquez, un poeta que había conocido hace muchos años en Sandino, un apartado municipio de la más occidental de las provincias cubanas, donde servía de anfitrión, con clase y amistad.

Estábamos hospedados en ese privilegiado sitio porque participábamos de un encuentro con poetas españoles.

Aunque la muchacha en un principio me pareció tímida por su comportamiento silencioso, poco a poco, como suelen hacer las personas inteligentes, fue introduciéndose en las conversaciones demostrando un amplio saber poco común en tiempos en los que son otros los valores que se prefieren.

Cuando ya había ganado mi total simpatía quise saber a qué se dedicaba. Como ya es común, esta muchacha, graduada de Filología por la Universidad de la Habana, tiene varios trabajos donde se incluye la conducción de un programa de la televisión.

  • Ella: Mi programa sale por el Canal Habana, por lo que ustedes no lo conocen, me dijo con parquedad.
  • Ėl: Veo poca televisión y nunca el Canal Habana, respondí sinceramente.
  • Ella: Es un programa para dar a conocer a los jóvenes creadores, dijo ella como para dar por terminada la conversación.
  • Ėl: ¡No me digas que es Papel en blanco!, le dije sorprendido por saber ya que se trataba de quien había llamado mi atención un día que la descubrí por casualidad y desde entonces trato de no perderme ese programa.

Y es que ella me sedujo con ese discreto encanto de la conversación que muy pocos conductores dominan, incluso algunos que ganan notoriedad y preferencias del público.

La televisión nuestra, sabe Dios si son todas o la mayoría, pero yo solo puedo ver la nuestra, es muy impostada para mi gusto. Como si los conductores estuviesen interpretando un personaje y no fueran ellos mismos conversando como sabemos hacerlo casi todos en nuestras relaciones diarias. Empezando porque no debe gesticular, en un país donde hablamos con los ojos y hasta con el movimiento del cuerpo. Lo otro que, a mi parecer, falla es el tono de voz algo engolado que se reproduce en la mayoría de los conductores, donde importa más la buena dicción que la naturalidad con que se debe comunicar para lograr credibilidad.

Yanet Llovet, que es el nombre de esta conductora, logra, a pesar de ser muy joven todavía, mostrarse todo lo contrario a lo común. Luce franca y sincera, conocedora de lo que habla, sobre todo porque conversa con apasionamiento y pone sus ojos en función de esa verdad que me atrajo desde la primera vez en que, casualmente, disfruté de su programa.

Lo otro es que sabe escuchar, conoce que lo más importante es dejar hablar a su invitado, lo cual cuesta tanto trabajo suceda en muchas de las entrevistas que a diario veo en la televisión.

A estas alturas, en que disfruto casi todos los jueves de su programa, he comprobado su vasta cultura y preparación para asumir cada entrevista. La he visto conversar de promoción, de teatro, danza, en sus múltiples especialidades, de artes plásticas, literatura y de otras manifestaciones con absoluta naturalidad y no con la necesidad que a veces prima en las entrevistas, de demostrar saberes por encima del que pueda aportar el invitado.

El Canal Habana tiene en ella una ganancia, porque no es usual que alguien tan joven, además de estar tan bien preparado, tenga a su favor esa imagen de sinceridad que para mi gusto es la condición que más se disfruta de un comunicador.

Ahora recuerdo esos días esplendorosos cuando estuve bajo el cielo de esa otra Habana que no siempre se puede visitar; espléndida, luminosa y llena de buenas sorpresas como el haber conocido personalmente a quien cada jueves me obliga a estar atento para sentarme frente al televisor, con el mismo silencio con que ella, en un principio se sentaba con nosotros.

Por: Arístides Vega*

Arístides Vega Chapú es un escritor cubano nacido en Santa Clara el 21 de diciembre de 1962. Es conocido por su trabajo en la poesía, novela y crónica, y es miembro de la Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC) desde 1988. Ha publicado más de cuarenta libros en editoriales cubanas y extranjeras, y ha recibido varios premios, incluyendo el Premio Internacional de Poesía Nicolás Guillén en 2002 y el Premio Memoria en 2009. Sus obras han sido traducidas a varios idiomas y han sido reconocidas en diversas antologías y ferias literarias a nivel internacional