Mucho ha llovido desde que en 1964 la ciudad japonesa de Tokio celebrara, por primera vez, unos Juegos Olímpicos. En aquella oportunidad, Cuba participó con una delegación conformada por 27 atletas, de ellos 25 hombres y solo dos mujeres para hacerse con una solitaria presea de plata, gracias al bólido Enrique Figuerola, en los 100 metros planos.
A 57 años de esa justa, el mundo mira expectante a Tokio, ciudad que por segunda oportunidad acogerá una cita estival. Lo que para muchos iban a ser los juegos más tecnológicos de la historia de estas lides (aún lo serán) se ha convertido en la primera de estas confrontaciones en ser pospuestos todo un año, dada la tensa situación sanitaria generada por la COVID-19.
En esta oportunidad, la delegación cubana aspira a alcanzar el centenar de atletas, de cuya cifra ya cuenta con 56 clasificados, de ellos el mayor número son de atletismo, con 18 cupos seguros.
La lucha con un total de 12 boletos, seis pertenecientes al estilo grecorromano, tres a la lucha libre masculina y otros tres a la lucha femenina, es el segundo deporte que hasta el momento contará con mayor representación en Tokio. El boxeo tiene ya siete representantes seguros; con cinco se encuentran el tiro deportivo y canotaje; tenis de mesa, gimnasia artística y pentatlón moderno, cuentan con dos; mientras Taekwondo, clavados y remo han logrado un boleto cada uno.
Ahora bien, entre los deportes donde Cuba aún tiene posibilidades de obtener nuevos cupos, además del atletismo, está el judo, especialidad que aún no ha cerrado su clasificación, y donde la Mayor de las Antillas ha obtenido medallas de todos los colores en citas olímpicas.
Si miramos a Río de Janeiro 2016, veremos que los cinco metales dorados en esa oportunidad pertenecieron a deportes de combate, (tres boxeo y dos la lucha); en el caso de los dos subtítulos obtenidos, uno fue a la cuenta de la lucha clásica, y uno al judo, mientras de los cuatro bronces alcanzados, tres correspondieron al boxeo y uno al atletismo.
Para muchos, pudiera parecer festinado pensar que en esta oportunidad se alcancen más títulos que en Río, sin embargo, aún sin haber terminado el proceso de clasificación, me atrevo a pensar en una cosecha igual, o incluso mayor, a la obtenida en esa oportunidad.
De tal forma me atrevo a “apostar” porque la lucha aporte, de dos a tres coronas (en lo particular, pienso se pueden obtener tres cetros); mientras el boxeo debe dar una cantidad similar de pergaminos (de dos a tres). En el judo, donde algunos de nuestros atletas ya tienen prácticamente el boleto en el bolsillo, existen potencialidades para alcanzar, al menos un oro, mientras que en el atletismo pudiéramos llegar a obtener, al menos, un par de coronas, sobre todo teniendo en cuenta cómo se encuentran nuestros representantes del salto largo, el triple salto, y el lanzamiento del disco.
Una suma rápida, sin contar el judo, da entre seis y siete títulos, actuación igual, o mejor a la de Río 2016. Claro, que tampoco se puede descartar otros eventos, como el taekwondo, donde su único representante es un hueso duro de roer para cualquier contrario y bien puede ascender a lo más alto del podio de premiaciones.
Canotaje y tiro deportivo pudiesen dar medallas (y aquí prefiero no hablar de colores), aunque no se puede descartar una sorpresa como la dada por Leuris Pupo cuando se coronó en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Ahora, queda esperar para ver, una vez terminada la cita en Tokio, cuán acertados o no están estos pronósticos.
(Tomado de Tribuna de La Habana)