La Habana de noche siempre se ha reservado sus misterios, cicatrices y penas. Parecieran dos ciudades en opuestas dimensiones que marca el rojizo ocaso, justamente cuando una nueva forma de vida cobra su saldo a la ciudad. El teatro en su intención de vitrina para la historia y la sociedad busca en sus lugares más recónditos la emoción necesaria para focalizar la idea.
Kilómetro cero nos propone acercarnos a la escena donde se exponen los conflictos de un lugar, ocho personajes y un actor-narrador, todos girando alrededor del milenario tema de la prostitución, esta vez enfocado en los hombres.
César quiere documentar las historias de jóvenes que encuentran en este bar el principio y final de la noche. Allí conoce al joven y atormentado Carlos quien mantiene una relación casi esclavizante con Yunier a quien lo ata un secreto tóxico. También desfilan Clara, Tony, Leo, Alfred, Sergio y Estrella bajo la guía de Liliana Lam en su segunda exitosa incursión como directora.
En la obra, sobran las emociones encontradas al chocar cara a cara con los testimonios que reinterpretan
magníficamente el elenco, aunque en mi criterio resaltan Alberto Corona, desde su primer segundo en escena con una presencia y caracterización impactantes. Jass Beltrán en una faceta teatral dotada de histrionismo y organicidad visceral. Así como Fran Andrés Mora en la piel de Clara en su hilarante y multifascética presentación.
Esta es una obra, sin dudas, en crecimiento, pero con bases profundas apoyadas en la investigación del historiador Julio César González Pagés en su libro. Un cruce de la literatura a las tablas que dialoga sobre males poco discutidos de nuestra sociedad. Kilómetro cero apuesta por la realidad, aunque se apoya en circunstancias que puede ficcionar, narra sucesos que aún están presentes en el día a día de nuestra Isla.
(Tomado de Tribuna de La Habana).