Hace apenas días, en la Cumbre de Ambición Climática, el secretario general de la ONU, António Guterres, afirmaba ante líderes mundiales que, al ritmo actual de emisiones de gases de efecto invernadero, la humanidad se encamina hacia un aumento de la temperatura de 2.8 ºC sobre los niveles preindustriales (1850-1900), “lo que aumenta el peligro y la inestabilidad”.
Fue otro de los perentorios llamados de Guterres, más fuertes cada año a partir de la Cumbre de Acción Climática (2019), sobre la urgencia y la impostergable acción inmediata, en medio de incumplimientos y lentitud en las acciones vinculadas a los compromisos adquiridos por las naciones para abordar el cambio climático.
A finales de julio pasado, fue más directo, al reiterar que los efectos del calentamiento son “claros y trágicos” y criticar la inacción que trae nefastas consecuencias, el sistema financiero internacional, la industria de combustibles fósiles y los insuficientes fondos para el apoyo climático.
En esa oportunidad, el secretario general afirmó que lo que está pasando es “totalmente consistente con las repetidas predicciones y advertencias (…). La única sorpresa es la velocidad del cambio. El cambio climático está aquí. Es aterrador. Y es apenas el comienzo. La era del calentamiento global ha terminado. La era de la ebullición global ha llegado”.
Sin embargo, en días pasados, durante su intervención en la Cumbre de Ambición Climática (20 de septiembre, 2023), Guterres volvió a insistir en que “el futuro no está decidido”, que el objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura global lo más cerca posible de +1.5 ºC es aún alcanzable y que “todavía podemos construir un mundo de aire limpio, empleos verdes y energía limpia asequible para todos”.
Hay señales positivas, en todo el mundo se aprecia un movimiento de conciencia y acción ambiental y climática, pero –volvemos a Guterres en la Cumbre de Ambición Climática–, “llevamos décadas de retraso”.
El cúmulo de información cada vez más inobjetable, los eventos más extremos por el cambio climático y las noticias sobre la crisis ambiental (pérdidas de hielo en Groenlandia y el Ártico, de selva tropical y de biodiversidad, la Amazonia camino a convertirse en sabana, las altas concentraciones de CO2 en la atmósfera, la amenaza del metano, la acidificación de los océanos, los posibles cambios en corrientes marinas y la contaminación atmosférica y por plásticos) nos han puesto, como ciudadanos, en la difícil situación de entender que el mundo vive una crisis sistémica transversalizada y, a la vez, confiar en que no es una mera frase política cuando Guterres, expertos o el IPCC aclaran que, pese a la urgencia, “si actuamos ahora, aún es posible garantizar un futuro sostenible y habitable para todos”.
¿Hay espacio para el optimismo en las circunstancias actuales?
El Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés: Intergovernmental Panel on Climate Change), creado en 1988, ha estado desde 1990 en la primera línea de evaluación, articulación y difusión del conocimiento científico, técnico y socioeconómico sobre el cambio climático: evidencias, tendencias y advertencias.
Es, sin dudas, una voz autorizada que en las últimas tres décadas ha puesto los puntos sobre las íes en cuanto a ciencia climática.
Sobre el IPCC y cuestiones del cambio climático, su transversalidad e interrelación con otras crisis en curso y con la agenda de desarrollo, las potencialidades para la mitigación y adaptación conversamos con el doctor Ramón Pichs Madruga una tarde de septiembre de 2023 en la sede del habanero Centro de Investigaciones de la Economía Mundial (CIEM), del cual es director desde 2013.
El Dr. Pichs Madruga es un economista especializado en cuestiones de tecnología, energía y medioambiente desde la década de 1980, con varios libros y numerosos artículos publicados sobre esos temas. Miembro de la Academia de Ciencias de Cuba desde 2012 y profesor adjunto de la Facultad de la Economía de la Universidad de La Habana, ha estado en el Comité Científico Asesor del Instituto Interamericano para la Investigación sobre el Cambio Global (2007-2013) y desde 1991 integra el Grupo Nacional de Cambio Climático en Cuba.
Es miembro del buró del IPCC desde 1997. Ha sido vicepresidente y copresidente (2008-2015) del grupo de trabajo III (mitigación) del panel, y actualmente es uno de los vicepresidentes del IPCC tras ser elegido en la 59 sesión de la organización, celebrada en Nairobi en julio del 2023.
Su nombre aparece, además, en varios informes del IPCC como uno de los revisores-editores.
Doctor, el IPCC ha recorrido seis ciclos de evaluación hasta ahora y generado un enorme cúmulo de información científica, que se ha hecho pública.
–Hasta ahora se han concluido seis ciclos. En cada uno de esos ciclos, cada uno de los grupos de trabajo ha producido volúmenes que son los informes de base, donde están todos los capítulos de trabajo de cada uno.
“Luego, ese contenido se va destilando, estrechándose, porque de los informes base se elaboran resúmenes técnicos, más cortos, dirigidos a los asesores técnicos de los Gobiernos, que, por supuesto, deben tener un dominio profundo del tema. El lenguaje es técnico, pero se condensa el contenido. Es un resumen lo más representativo posible de todo el trabajo de cada grupo específico del IPCC.
“Después del resumen técnico se elabora el resumen para tomadores de decisiones. Tiene la peculiaridad de que sí es aprobado en una plenaria de los grupos de trabajo, con presencia de todos los Gobiernos que decidan asistir. La aprobación es línea por línea. Es un proceso bien riguroso, en el que los Gobiernos no pueden cambiar el contenido de la ciencia; pueden hacer propuestas, por ejemplo, para presentar los resultados de la manera más clara posible, pero no pueden proponer algo que no esté fundamentado en la ciencia.
“Ese resumen tiene que tener su raíz en el documento base. Lo que no esté en el informe de base, no puede aparecer en el resumen, y el contenido de este tampoco puede estar en contradicción con el documento base. El IPCC, además, tiene un protocolo para el tratamiento de errores.
“Los resúmenes para tomadores de decisiones, que son mucho más sintéticos, son los que muchas veces tienen mayor divulgación, por esa característica de ser más condensados; son traducidos a los seis idiomas oficiales de Naciones Unidas y tienen una mayor difusión”.
Son los que más llegan a los medios…
–Sí, llegan a los medios. El proceso de aprobación lo conducen los copresidentes de los grupos de trabajo, además de haber conducido el proceso de evaluación durante todo el curso del ciclo. Y hay, entonces, un producto de cierre del ciclo, que fue lo último que se aprobó, en este caso del sexto informe de evaluación, en marzo pasado, que es el informe de síntesis de los tres grupos de trabajo.
“Cada uno de los grupos sigue ese proceso que te describía y luego hay un proceso de síntesis que conduce directamente el presidente del IPCC con un equipo de autores, muchos de ellos con un conocimiento amplio de los temas. En muchos casos, son autores puente entre al menos dos grupos de trabajo y eso facilita la comprensión y el alcance de estos documentos, porque ahí se trata de articular contenidos y mensajes, se explotan más los temas transversales y se presentan las ideas de una forma más integrada.
“Hay un cuarto grupo, especial, sobre inventarios nacionales de gases de efecto invernadero, dedicado a actualizar y producir metodologías para la elaboración de los inventarios que hacen los países como parte de sus compromisos en virtud de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático.
“Además de todo esto, el IPCC, como resultado de talleres o reuniones de expertos, produce memorias de esos eventos e informes especiales sobre cuestiones específicas relacionadas con el cambio climático. Aunque no siguen el mismo proceso que los informes o resúmenes de los grupos de trabajo, ni son aprobadas en plenarias, cada una de esas evaluaciones es sometida al menos a dos rondas de revisión por expertos. Son consideradas documentos de apoyo; en ocasiones, si tienen el suficiente rigor científico, se incluyen como parte de la evaluación del ciclo”.
¿Cuál es la esencia del trabajo del IPCC, y cuál su mandato?
–Si fuéramos a dividir el debate sobre el cambio climático en dos grandes vertientes, el IPCC estaría ubicado en la vertiente científica, académica. La otra sería la dimensión de las negociaciones políticas multilaterales.
“A través de la ciencia sobre el cambio climático, el IPCC tributa elementos para la toma de decisiones políticas en las negociaciones. Por mandato, no debe hacer recomendaciones de políticas. En sus libros se habla de ser relevante desde el punto de vista político, pero no prescriptivo. Su trabajo es evaluar la literatura científico-técnica, especializada, durante el ciclo de evaluación en curso, y ponerla sobre la mesa, señalando las opciones de respuesta, las ventajas y desventajas, para que los países y demás actores tomen las decisiones”.
Este es un mecanismo intergubernamental, con representantes propuestos por Gobiernos. Y hemos visto en conferencias de la ONU y en otros ámbitos, incluidas las conferencias COP de la Convención Marco sobre Cambio Climático, que en ocasiones las posiciones de un país o grupo de países limitan alcances de decisiones y declaraciones finales. Priman intereses particulares o de un número limitado de naciones y no se dan los pasos en la dimensión o dirección requeridas. ¿Cómo se evita que suceda algo parecido en el IPCC?
–Son procesos diferentes, incluida la manera en que se negocian los documentos. En el IPCC siempre se busca que el documento científico de base sea el que prime. Cada país tiene posiciones, intereses, pero se buscan balances y, sobre todo, que primen los hechos y datos científicos. El buró del IPCC es una estructura muy balanceada, con representantes de todas las regiones. Cuando se hacen las nominaciones, no es meramente proponer un nombre: se presenta un curriculum que es revisado exhaustivamente. Incluso, se analiza la calidad de las publicaciones que tenga el nominado.
“Sí, es una institución intergubernamental, parte de las Naciones Unidas, pero tiene características y métodos de funcionamiento que los Gobiernos han aceptado. No puede haber un informe o señalamiento que entre en contradicción con el criterio y las evidencias de los científicos, que son la base de los informes, de las conclusiones que presenta el IPCC.
“Ese es uno de los méritos principales del trabajo del IPCC, que dentro del conjunto de intereses que inevitablemente se mueven en ámbitos tan polémicos como el cambio climático y todo lo que lo rodea, se logre balance y ciencia. No quiere decir que no haya opiniones diferentes; incluso, fricciones… Todo queda registrado y hay un protocolo para el tratamiento de las incertidumbres en cada uno de los temas.
“Los mensajes principales que se derivan del trabajo del IPCC, las conclusiones y los principales puntos de los informes aprobados, deben incluir información adicional en relación con la evidencia sobre determinada cuestión: si es robusta o limitada, o, cuando por el carácter cuantitativo se pueden hacer cálculos de probabilidad, si es probable, altamente o poco probable, y también el nivel de acuerdo que hay entre los autores. A veces hay temas poco estudiados, emergentes, como los que generó la pandemia, que apareció casi al final de este ciclo de evaluación. Se mencionan, se tratan, y se les da un tratamiento más exhaustivo en próximos ciclos”.
¿Cuándo comienza el próximo ciclo?
–Ya el ciclo está instalado. Desde que es presentado el nuevo buró, el ciclo comienza. Hay que organizar el trabajo, tiene que haber una reunión en que se definan las pautas. Ya hay un informe especial decidido, sobre ciudades y cambio climático, por la relevancia que tienen las urbes en este tema y el crecimiento de la población urbana, que es más del 50% de la población mundial y se espera que la tendencia continúe. Cómo el metabolismo de las ciudades incide en el cambio climático y cómo se adaptan y mitigan ese fenómeno las grandes concentraciones urbanas.
“En el grupo de trabajo III, del que he sido miembro, por lo general había un capítulo dedicado a la mitigación en las ciudades, donde se sintetizaban cuestiones de transporte, industria y otras vinculadas con la vida en esos espacios”.
Usted tiene ya una larga experiencia en el IPCC, desde 1997, y seguramente antes de ese año seguía las publicaciones del panel. ¿Cómo ha cambiado el escenario, cuáles han sido los hitos desde aquel primer informe de evaluación en 1990, que sirvió de base a las negociación para la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, una de las tres adoptadas en la Cumbre de Río de 1992, y en el que ya se advertía que las emisiones de gases generadas por la actividad humana potenciaban el efecto de invernadero?
–El IPCC ganó en 2007 el Premio Nobel de la Paz conjuntamente con el exvicepresidente estadounidense Albert Gore por los esfuerzos para crear y difundir un mayor conocimiento sobre el cambio climático generado por el hombre y las medidas necesarias para contrarrestar ese fenómeno.
“Surgió de un esfuerzo compartido entre la Organización Meteorológica Mundial (OMM) y el Programa de Naciones para el Medio Ambiente (Pnuma). De hecho, su secretaría radica en la sede de la OMM, en Ginebra, aunque el resto de los miembros del buró y los autores radican en sus países. La institución es una expresión de los avances en el conocimiento de la ciencia del clima. Ha habido un avance considerable, los científicos han hecho su tarea y puesto sobre la mesa las evidencias de un fenómeno que se acentúa cada vez más a partir de la actividad humana. Hoy es inequívoca la relación causal entre la actividad humana y el reforzamiento del cambio climático, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX.
“El elemento fundamental ha sido ese. Como institución dedicada a evaluar la ciencia climática, el IPCC ha estado a la altura de las circunstancias, aportando elementos, conocimiento, datos y evidencias y buscando que toda esa información sea presentada, lo más claramente posible, a distintos públicos, desde distintos puntos de vista y en ámbitos diversos, además de favorecer la difusión para emprender acciones.
“Un punto vital es cómo traducir la ciencia en acción y corresponde a los distintos actores. El proceso de negociaciones mundial ha sido más lento y fragmentado, más problemático, toda vez que hay muchos grupos de intereses que buscan arrimar los resultados a sus visiones y, sobre todo, por la falta de voluntad política de los grandes emisores históricos en cuanto a aceptar o implementar niveles de reducción de emisiones y otros compromisos internacionales a la altura de su responsabilidad histórica. Ha sido un proceso gradual, no exento de contradicciones, que ha implicado involucrar cada vez más disciplinas, más expertos de áreas distintas.
“Todavía hay muchos problemas no resueltos: por ejemplo, la posibilidad de que los países en desarrollo tengan una participación, en cantidad y calidad, lo más activa posible, en estos procesos de investigación, adaptación y mitigación. En el buró, los expertos y representantes de países en desarrollo tratamos de que se tomen en cuenta las prioridades y realidades de esas naciones. Es un trabajo constante”.
Y un acierto medular ha sido reunir, promover y articular la ciencia del clima, conformando un cuerpo muy sólido de conocimiento y evidencias para la toma de conciencia y de decisiones.
–El aporte a la ciencia es global. Miles de científicos de todo el mundo participan, de manera voluntaria, en estos procesos. Otro elemento en el que se ha notado un valor agregado muy positivo en este período ha sido la vinculación de las cuestiones del cambio climático con la agenda de desarrollo de los países.
“Al principio, estos temas eran más bien de personas que se mueven en los circuitos de los institutos de meteorología, la ciencia climática… Pero, en la medida en que este fenómeno ha demostrado ser un reto para el desarrollo, no limitado al terreno ambiental, climático, han cambiado las condiciones, se ha ampliado el debate y hoy en día es difícil escuchar a un estadista en un discurso internacional que no hable del cambio climático, porque lo están sintiendo, está cada día más presente en la vida y las perspectivas de futuro de las naciones.
“¿Cómo conectar un tema con un componente tan especializado y profundo desde el campo de las ciencias naturales y la tecnología al de las ciencias sociales? ¿Cómo llevar ese mensaje a los distintos países y las sociedades? Ha sido un gran reto, pero a la vez es una de las cuestiones en las que se ha avanzado considerablemente en las últimas décadas: que se perciba como un problema real. Y en la medida en que se avanza en esa conciencia, hay más presión sobre los que son morosos en las negociaciones para asumir compromisos ante la necesidad de actuar sobre el cambio climático”.
Se ha hecho más claro, inobjetable, el conocimiento científico, y ha ganado peso la voz del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático.
–En la medida en que se ha avanzado en la ciencia del cambio climático, se han reducido las incertidumbres. Es otro de los avances que yo destacaría. Estamos hablando de sistemas naturales, de sistemas humanos y de cómo el cambio climático incide sobre ellos. Hay elementos de esa ciencia en los que todavía no hay certezas plenas, pero en la medida en que avanza el conocimiento y este se difunde con claridad, se van despejando las incertidumbres.
“Se han identificado nuevas evidencias en las distintas áreas. El grupo I, en los aspectos de la ciencia física; el grupo II, en términos de impactos (no solo los probables a futuro, sino los observados y documentados, que se sienten en todos los continentes, en los ecosistemas, en el océano…), adaptación y vulnerabilidad, y el grupo III, con las opciones en materia de respuesta, la mitigación del cambio climático.
“Es importante la integración entre los grupos de trabajo. Hay un periodo del ciclo de evaluación en que cada uno de los grupos trabaja en sus evaluaciones; en ese periodo, además de las interrelaciones, los informes especiales sirven como puentes. Deben tener contenidos que sean relevantes para al menos dos grupos de trabajo, y se convierten es espacios de interacción. Esto es fundamental, porque aporta los vasos comunicantes para articular los resultados, las evidencias; para conectar con el desarrollo e integrar las distintas disciplinas científicas. El informe de síntesis es el cierre, permite avanzar en ese camino. Hoy se hace mucha más ciencia en este ámbito, hay un acelerado avance de las tecnologías de la información y la comunicación, ha aumentado la participación de los países en desarrollo.
“Uno de los retos que ha tenido el IPCC, y que sigue teniendo, es la comunicación. ¿Cómo comunicar mejor los resultados? ¿Cómo llegar a las distintas audiencias, los distintos países, con temas que a veces son complejos o áridos para muchas personas? Hablar hoy de cambio climático es casi un lenguaje común, quizás no todo lo que se quisiera o se necesita, quizás no con la profundidad y el sentido de urgencia que se requiere, pero se habla mucho más que años atrás.
“A veces se abusa, y por eso la comunicación es importante, tanto como la ciencia, a la hora de presentar el cambio climático como causa de eventos aislados. La ciencia sí ha demostrado que, en la medida en que se refuerza el cambio climático, en tendencia muchos de esos eventos extremos, algunos parte del ciclo natural, se pueden intensificar o se pueden combinar efectos”…
Según Naciones Unidas, la cuota de energías renovables en la generación global de electricidad debería pasar del actual 29% a un 60% hacia 2030…
–Es un incremento significativo de las fuentes renovables de energía y de la eficiencia energética. Si no se logra avanzar, si hay demoras en la acción, si se mantienen las actuales tendencias, si continúa el ritmo actual de las emisiones (que apuntan a sobrepasar ese umbral de +1.5 ºC), los efectos serán más negativos. Incluso, se habla de los overshooting o sobregiros, el sobreconsumo o agotamiento de los recursos que puede proveer el planeta en un tiempo determinado, y también de la posibilidad de que se supere ese umbral del +1.5 ºC temporalmente y luego se logre retornar a niveles por debajo de ese umbral.
El grado de probabilidad de que habla la OMM. Luego de que julio fuera confirmado como el mes más cálido registrado hasta ahora, incluidos los tres días más calientes y las temperaturas oceánicas más altas para esta época del año, la OMM estimó en un 98% las probabilidades de que al menos uno de los próximos cinco años sea el más cálido registrado, y en un 66% las de superar temporalmente el límite de 1.5 ºC por encima de los niveles preindustriales durante al menos un año del lustro por venir.
–El aumento de las temperaturas sigue si no hay una real mitigación, una contención de los incrementos de las emisiones. Por eso, el IPCC ha insistido en que se requieren reducciones de emisiones que sean drásticas, rápidas y sostenidas. Si se pierde este momento, la oportunidad de emprender y avanzar en estas acciones, los costos y riesgos serían mucho mayores en el futuro. No solo los costos de la adaptación, sino de la mitigación y de las tecnologías y cambios necesarios para la mitigación.
Sería mucho mayor el costo combinado de una mitigación más compleja y, a la par, una adaptación más demandante, porque será con base en escenarios más extremos, cuando hoy invertir y hacer más podría cambiar las cosas y remediar la situación.
–Se está invirtiendo en mitigación, pero la adaptación es una cuestión esencial, sobre todo para los pequeños países insulares, que demandan mucho el reconocimiento de las pérdidas y daños por los efectos del cambio climático y que se cumpla el financiamiento para la adaptación.
“Se ha comprobado en muchos de estos países que hay una asociación muy alta entre el azote de eventos naturales extremos y el comportamiento de su deuda externa, que tiende a alcanzar proporciones sobredimensionadas en muchos casos. Son naciones con un alto grado de vulnerabilidad, que de la noche a la mañana pueden perder parte importante de su infraestructura y su PIB por un fenómeno climático extremo. Son limitadas sus capacidades de reparar esos daños y recuperar sus economías, muchas veces dependientes de sectores como el turismo, muy sensible a situaciones de este tipo”
Constantemente leemos sobre soluciones y avances tecnológicos. Ya no solo hay paneles solares, sino placas solares flexibles y adaptables a todo tipo de superficies, y se avanza en la industria de reciclaje de todos los componentes de los paneles solares… Tecnologías de secuestro de carbono, soluciones híbridas y limpias en el transporte y ciertas industrias para cerrar ciclos; modos de vida que pueden hacer diferencias si se masifican. Se dice también que los recursos financieros para emprender las transformaciones a gran escala están disponibles. ¿Realmente estamos en capacidad de hacerlo en el modo y la dimensión requeridos?
–En el informe del grupo III se recoge que para cada uno de los sectores están identificados los potenciales de mitigación. Hay un amplísimo potencial de aplicación de tecnologías que ya existen y permiten reducir las emisiones. Y son metas móviles, pues el desarrollo tecnológico no se detiene y surgen nuevas opciones.
“Pero hay un elemento que se incluyó con particular fuerza en este último ciclo de evaluación: la demanda. Cómo, por la vía de los cambios de patrones de consumo y estilos de vida, se contribuye a la mitigación y hay importantes potencialidades para reducir emisiones. Hay que redimensionar los patrones de consumo, sobre todo en los lugares donde más se consume. Un ejemplo: no puedes pretender sustituir toda la planta de autos a base de combustible fósil con eléctricos a partir de fuentes renovables y pensar que resuelves el asunto, porque, además, igual está sobredimensionada la planta de autos. Hay que buscar soluciones más sostenibles y racionales, como sistemas de transporte público más eficientes, igualmente basados en energías limpias.
“Y está el control de las materias primas claves para estas tecnologías, todos los minerales estratégicos, y las afectaciones a las comunidades donde están los sitios de extracción. O las características de estas tecnologías limpias, que tienen determinados inconvenientes, limitaciones. A veces la solución no es una de ellas, sino un híbrido (por ejemplo, eólica con solar), o no aplican igual a todos los lugares. En el terreno de las energías, hay un proceso apreciable de descarbonización; está en marcha, aunque, aun habiendo avances en el fomento de las renovables, en algunos sitios se han intensificado la exploración y prospección de combustibles fósiles y las petroleras obtienen ganancias enormes. Aquí, cabe esperar medidas más proteccionistas, listas rojas o medidas de frontera, que elevan aranceles e impuestos sobre productos o servicios con mayor intensidad de carbono, o hacen más difíciles los créditos para producciones de ese tipo.
“Ahora, la realización, en el caso de los países más pobres, pasa por contar con las tecnologías y el financiamiento. Son temas para las negociaciones, y son evidentes. Las cuestiones de equidad, el principio de responsabilidades comunes pero diferenciadas y el financiamiento y la transferencia de tecnologías son claves. Hoy en día, los países en desarrollo que han logrado acelerar el crecimiento económico lo están haciendo a partir de un crecimiento en las emisiones, y por eso es importante avanzar en esas cuestiones que mencionaba para que el crecimiento económico sea más sostenible. Este es un problema global, está vinculado con otros y requiere soluciones globales. Está claro que el tratamiento del cambio climático no se puede desvincular del tratamiento de los temas de desarrollo.
“Cada vez más, una conferencia sobre cambio climático es una conferencia sobre economía mundial: ahí se discute también de comercio, de transferencia de tecnología, de financiamiento, de deuda, sistema financiero internacional. Cada vez se tocan más estos temas y se tocan los grupos de intereses. Así se ha visto en las conferencias de las partes (COP) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Este año, la COP28 se va a celebrar en Dubái. Además de los negociadores y Gobiernos, es una gran concentración de ONG, de prensa, con gran repercusión mundial.
“Entonces, potencialidades sí hay, pero todo pasa por el reconocimiento de estas realidades que requieren consenso y cooperación, tanto Sur-Sur como Norte-Sur. Es vital la transferencia Norte-Sur para resolver muchos problemas.
“Y se requieren acciones inmediatas, sí, pero no se puede pensar con base en políticas y criterios de corto plazo, porque estos son problemas de largo plazo. Hay que actuar en el corto plazo, pero con perspectiva de largo plazo”.
Se han celebrado recientemente la Cumbre del G77 y China, en La Habana, y a continuación la Cumbre de los ODS y la Cumbre sobre Ambición Climática en Nueva York, como parte del 78 período de la Asamblea General de la ONU. Hemos escuchado mucho en estos días sobre la necesidad de un mundo con reglas ajustadas a las nuevas realidades y necesidades, más equitativo y justo. Está cada vez más claro que sin justicia económica, sin resolver cuestiones como la deuda o la desigualdad (desde la económica y social a la tecnológica), no habrá justicia climática…
¿Pudiera decirse que hoy la cuestión del enfrentamiento efectivo a la crisis ambiental y climática es parte de la conciencia, los reclamos e, incluso, las premisas para un nuevo orden mundial?
–Por supuesto, un nuevo orden económico internacional necesariamente tendría que considerar una solución justa, equitativa y duradera a la actual crisis ambiental, incluida la mitigación ante el reforzamiento del cambio climático. La efectividad de esa solución dependerá de la solución a los grandes problemas del desarrollo, y pasa necesariamente por el acceso de los países en desarrollo a los recursos financieros y las tecnologías para esos fines.
Muchos somos pesimistas sobre una solución efectiva y a tiempo de esta crisis, que es más bien un conjunto de crisis interconectadas, con el cambio climático siendo una de las transversales. Y, encima de todo, vemos cómo gravitan negativamente los conflictos geopolíticos en el escenario donde debería, digamos, fraguarse una solución consensuada y global. Usted, con una experiencia de años, ¿está en el lado de los optimistas?
–Estamos obligados, como humanidad, a ser optimistas. Hay tantos retos en este momento, no solo el cambio climático. Si ante obstáculos y problemas bajamos las defensas, simplemente no llegamos a ningún lugar favorable. Estamos obligados a ser optimistas si queremos sociedades mejores y más sostenibles.
“El cambio climático es un ejemplo claro: las situaciones son cada vez más difíciles, pero los que estamos tratando de poner en el conocimiento de las personas los elementos científicos que prueban todas las cuestiones detrás de este fenómeno, tenemos que difundirlo de la mejor manera, la más clara posible, sin abrumarles con escenarios catastrofistas.
“Hay que moderar la comunicación. Sí, hablar con crudeza sobre las consecuencias, las realidades, las evidencias, pero a la vez poner sobre la mesa las potencialidades, las oportunidades y soluciones; pensar que, efectivamente, un mundo mejor es posible si avanzamos en la dirección correcta”.
(Tomado de Cubadebate)