Por Gabriela Labrada
Foto: Maykel Espinosa
Hace unos años, me encantaba levantarme temprano e ir a caminar La Habana.
Disfrutaba ver su gente, sus balcones, y las palomas en la Plaza de Armas, la primera plaza fundada en la otrora Villa de San Cristóbal.
Hoy camino y la veo y siento diferente. Ha sido tanto lo que hemos vivido juntas, y pasan los años y mientras más la conozco, más la admiro.
La Habana, la novia eterna de Leal, cumple su aniversario 504. Ha resistido el ataque de Jacques de Sores, vio crecer sus columnas y aún conserva una de sus calles de Madera.
Pero de ella admiro también su grandeza. No han sido pocas las personalidades y los sucesos que la hacen única.
¿Acaso hay otra tierra que haya visto nacer al más universal de todos los cubanos, otra calle Obispo que resguarde aún los pasos del Titán, u otra ciudad donde la rumba cure heridas?
La Habana conquista, porque no pierde su halo de grandeza. Pasan los años y sus historias y su encanto se renuevan…
¿Qué puedo decirte yo que no sepas tú, que no sientas tú? Si sé que entiendes lo que es vivirla, lo que es caminar y en una misma calle encontrar un toque a un santo, una librería, una guarapera…
Qué decir de ella; musa de cineastas, músicos y escritores, musa eterna de todos los que la amamos.
¡Qué se prendan las luces, que abran las ventanas, recibamos con orgullo un nuevo cumpleaños de La Habana!