Desde 1959 se produjeron atentados terroristas llevados a cabo por sectores que se oponían al nuevo gobierno instaurado en La Habana, entre los que está, como uno de los más recordado, la explosión del buque francés La Coubre (1960). El gobierno cubano acusó a la embajada de los Estados Unidos de financiar y alentar este tipo de actos.
Ya a mediados de 1959 empezaría a gestarse por parte de la CIA la organización, reclutamiento y entrenamiento de quienes protagonizarían en abril de 1961 la invasión por playa Girón.
A principios de marzo de 1960, Eisenhower recortó la cuota azucarera que su país compraría a Cuba, iniciando las primeras medidas unilaterales coercitivas. Meses más tarde suspendió el envío de petróleo a la Isla. Cuba buscó suplir ambas restricciones con la Unión Soviética, que se comprometió a comprar buena parte del azúcar a precios de mercado y a enviar petróleo. A mediados de agosto de 1960, fueron nacionalizadas la mayoría de las propiedades norteamericanas en la Isla; las primeras se produjeron luego de que las refinerías de propiedad estadounidense se negaran a refinar el petróleo proveniente de la URSS. Como respuesta, el 19 de octubre de 1960 el gobierno de EE. UU. prohibió toda exportación hacia Cuba.
El 3 de enero de 1961, ante el aumento de los atentados y actos terroristas, Fidel Castro pronunció un discurso en el cual afirmó: «La Revolución ha consentido que una plaga de agentes del servicio de inteligencia, disfrazados de funcionarios diplomáticos de la embajada americana, haya estado aquí conspirando y promoviendo el terrorismo. Pero el Gobierno Revolucionario ha decidido que antes de 48 horas, antes de 48 horas, la embajada de Estados Unidos no tenga aquí ni un funcionario más de los que nosotros tenemos […]. Nosotros no íbamos a decir todos los funcionarios, sino ni un funcionario más del número de los que nosotros tenemos en Estados Unidos, que son 11. Y estos señores tienen aquí más de 300 funcionarios, de los cuales el 80 % son espías. Si ellos quieren irse todos, entonces ¡que se vayan!».
Veinticuatro horas más tarde Eisenhower rompía con Cuba. Las relaciones se mantuvieron prácticamente inexistentes hasta que en 1977, durante la administración de James Carter, ambos países abrieron respectivas secciones de intereses, inicialmente bajo la protección de la embajada de Suiza. Con la presidencia de Barack Obama se reanudaron oficialmente las relaciones diplomáticas el 20 de julio de 2015, convirtiendo las oficinas de intereses en embajadas.
Este restablecimiento también implicó un estrechamiento de los lazos culturales entre ambos pueblos, un reencuentro entre cubanos divididos por la política en las dos orillas, así como el relajamiento de algunas medidas coercitivas que permitieron viajes de intercambio cultural y académico, colaboraciones de instituciones científicas de ambos países, así como el otorgamiento de algunas licencias generales para establecer tímidas relaciones comerciales, a pesar de las persistentes restricciones de la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC por sus siglas en inglés).
Dos sucesos históricos se dieron en este período. Uno fue la eliminación de Cuba de la controversial lista de países que no colaboran con Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, que implica la limitación de múltiples transacciones entre ambas naciones. El otro consistió en que la representación norteamericana en Naciones Unidas en 2016 se abstuviera en las votaciones para poner fin a la política de sanciones que su propio gobierno imponía —y sigue imponiendo— hacia Cuba.
En septiembre de 2017, si bien no se rompen las relaciones diplomáticas, la administración Trump anuncia una drástica reducción del personal en la embajada bajo la excusa del llamado Síndrome de La Habana, malestares que presuntamente padecieron algunos de los funcionarios que ahí operaban. Esta medida implicó el cese de varios servicios consulares que limitó grandemente el intercambio que hasta el momento se había sostenido, y redujo las posibilidades de una migración ordenada, al tener los cubanos que viajar a un tercer país para solicitar cualquier visado.
En materia política también significó una vuelta a las hostilidades, al derogar muchas de las medidas tomadas por Obama y adoptar otras que reforzaron el entramado de leyes y procedimientos que interfieren en el intercambio comercial y cultural entre ambos países. Algunas de las más notorias fueron la reincorporación de Cuba en la antes mencionada lista, las restricciones a las remesas y la reactivación en su título III de la Ley Helms-Burton, que permite llevar ante las cortes de EE.UU. a ciudadanos o entidades foráneas o nacionales que ocupen las propiedades que incautó el gobierno revolucionario.
La actual administración demócrata del presidente Joseph Biden, si bien levantó varias restricciones —como la de las remesas—, aumentó paulatinamente el personal y los servicios consulares, y estuvo en diálogos con funcionarios cubanos, principalmente acerca de la emigración ordenada, ha mantenido las principales medidas de su antecesor republicano. A nivel de discurso político tampoco hay mucho que indique la intención de aminorar distensiones.
Por: Lic. Anabel Quiñones Agüero