Su nacimiento se produjo un 11 de enero de 1816 en una de las grandes obras de ingeniería del período colonial cubano, el Castillo de los Tres Reyes del Morro, donde su padre, el teniente coronel Francisco José de Albear y Hernández, habanero de nacimiento, estaba al mando de la guarnición. Su madre, también cubana era Micaela Fernández de Lara y Pérez de Vargas, natural de Trinidad.
Se desplaza a España a realizar estudios militares desde su juventud. Destacándose en la academia de Ingenieros de Guadalajara de donde saldría como Teniente. Por sus acciones en la primera guerra Carlista -que enfrentó a los seguidores de la Reina Isabel II con los de su tío Carlos- es nombrado Capitán del Ejército.
En su regreso a Cuba fue recibido con los brazos abiertos por el Capitán General y nombrado al frente de la Real Junta de Fomento de Agricultura y Comercio de la Isla de Cuba, antes había sido nombrado, en 1848, Director de Obras Públicas y de Telégrafos de Cuba. Llegó al país con los grados de Teniente Coronel obtenidos por su labor como docente en la institución donde había estudiado, y por servicios prestados a la Reina.
Fue miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, de la Sociedad Geográfica de Madrid, de la Sociedad Científica de Bruselas, de la Sociedad Británica de Fomento de Artes e Industrias, de la Sociedad de las clases productoras de México, de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de La Habana, del Círculo de Hacendados de la Isla de Cuba y de la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, de la cual llegó a ostentar el cargo de Vicepresidente, ejerciendo también este último cargo, el de vicepresidente de la Junta Superior de Instrucción Pública de la Isla de Cuba.
Acueducto de Vento (Albear)
Pese a los grandes méritos que en el campo de las obras de ingeniería legó a su país, el más reconocido y recordado es la reconducción del agua de los manantiales de Vento, cuya función era mejorar la calidad del agua que, hacia la ciudad, venía antiguamente desde el Almendares -labor que realizaba el caduco acueducto de Fernando VII, herencia, a su vez de la Zanja Real-. La primera piedra de esta obra pensada en dos grandes proyectos fue colocada el 26 de junio de 1861.
Este primer proyecto se dio por terminado en 1878 y durante 30 años se dedicó Albear a mejorar la funcionalidad de la misma, que no concluyó hasta 1893 cuando ya había fallecido el reconocido ingeniero.
Además de la satisfacción de ver reconocida su obra cumbre con el premio en la Exposición Universal de París, en 1878, donde obtuvo medalla de oro. Su obra quedó reconocida entre las grandes obras civiles de ese siglo. En la actualidad, el acueducto continúa prestando servicio a la ciudad.
Por: Lic. Anabel Quiñones Agüero